Depresión, afecto y cuerpo

Estoy leyendo un libro que me ha recomendado mi buena amiga Candela: “La espiritualidad del cuerpo”, de Alexander Lowen. Y me encuentro reflexiones que son perlas para entender cómo el cuerpo reacciona y se enferma. Llevando las comprensiones a Constelaciones Familiares, también podemos entender cuál es el origen de las cargas emocionales que pasan de generación en generación, y que se acaban manifestando en forma de molestias o enfermedades. Aquí os transcribo un pequeño resumen sobre la depresión, los afectos y el cuerpo:

El problema de salud más común entre las personas de nuestra cultura es la depresión. Sólo en los casos severos se llega a su diagnóstico. Cuando es leve puede pasar inadvertida. Sus síntomas son estar sin deseo de tomar parte activa en la vida o sentirse fatigado a pesar del descanso. ¿Cómo es que no se advierte? Porque nos mantenemos ocupados. La actividad es una defensa contra la depresión. Cuando el individuo empieza a sentirse deprimido, se embarca en un nuevo proyecto, y esto mantiene sumergida la depresión, aunque tarde o temprano aflorará.

El trauma específico que predispone a una persona a la depresión es la pérdida de amor.

Jóvenes o viejos, todos necesitamos algún vínculo afectivo para sostener la conexión con la vida y la excitabilidad de nuestros cuerpos. La sensación de estar vinculado es absolutamente vital para la salud.

El bebé busca reiterar la calidez del vínculo con la madre en el pecho o los brazos. Esta conexión activa su cuerpo, estimula su respiración y sus funciones digestivas. Durante toda la vida, la intimidad física placentera sigue teniendo un efecto positivo, renovando el entusiasmo y la fuerza vital del individuo.

La pérdida de un vínculo afectivo se experimenta a menudo como un sentimiento de aflicción y una opresión dolorosa en el pecho. El proceso de duelo incluye el acto de llorar, y éste rompe la opresión y le devuelve mayor fluidez al cuerpo.

Para los niños y niñas pequeños es algo diferente. Ellos y ellas no pueden superar los efectos de una pérdida hasta que establecen un nuevo vínculo afectivo. El alivio del llanto, para ellos y ellas, es sólo pasajero si no se restablece el vínculo con alguna figura afectiva. Este vínculo permite la recuperación del pulso vital del cuerpo.

Por lo general, la pérdida de afecto no se debe a la muerte o desaparición de la madre,

sino a la incapacidad de ésta de satisfacer la continua demanda de amor del hijo o hija.

Si la madre a su vez no fue nutrida en la infancia, no tiene más para dar. Y el padre, aunque sea saludable, no es un sustituto totalmente adecuado, aunque puede mitigar la aflicción. En la mayoría de los casos, el dolor del niño por la pérdida del amor de su madre persiste hasta la edad adulta bajo la forma de una opresión crónica en el pecho que restringe la respiración. Al disminuir el suministro de oxígeno disponible, se reduce la producción de energía del individuo. Y ésta no se puede aumentar sólo por la ingestión de alimentos y/o oxígeno.

El aumento del nivel básico de energía de un individuo sólo puede efectuarse dándole mayor vitalidad al cuerpo a través de la expresión de los sentimientos. Una falta de vitalidad es siempre el resultado de la supresión de sentimientos.

Y curiosamente, uno de los efectos de la disminución de la energía es el aumento de la actividad, destinada a ganar afecto.

Así se desarrolla la personalidad tipo A, que destaca por un exagerado afán de probar la propia valía unido a una ira reprimida que se manifiesta en una constante irritabilidad. Es una conducta que tiende a la represión o la afección cardíaca. Y también al cansancio crónico.

Aunque las personas tienden a no detenerse a sentir su cansancio, por el temor a no poder continuar la lucha.

La buena noticia es que hay herramientas para darse cuenta de cómo nos vemos arrastrados por estas dinámicas. En nuestro Taller Entendiendo la Enfermedad tratamos todos estos temas. Una vez llevadas a la luz las implicaciones, queda una decisión difícil para cualquier alma que le cuesta adaptarse, y es decidir si quiere quedarse y tomar el regalo de la Vida, y vivir … o no.