Conciencia personal y conciencia colectiva

El escrito de hoy nos quiere aproximar a una reflexión sobre el “motor” de nuestras acciones en base a  la conciencia.

Conciencia personal
Nacemos en un grupo social que tiene unos valores que aprendemos muy tempranamente. El grupo puede ser una nación, un clan o una familia.
“Sabemos” que cuando seguimos los valores de este grupo nos sentimos “bien”, y por contra, cuando no los seguimos, nos sentimos “mal”.   Nuestra supervivencia depende de la pertenencia que tenemos al grupo, así, deseamos pertenecer a él. También nuestros padres desean que nos “adaptemos” al grupo y que el grupo nos acepte. Nos aterra, por tanto, la posibilidad de rechazo. Antigüamente el rechazo significaba la muerte. La conciencia nos sirve de indicador de si estamos siguiendo las normas del grupo o no, y de si nuestro sentido de pertenencia está en juego. Esta conciencia personal puede ser diferente en función de con quien o de con que grupo se relaciona, así no es lo mismo con la madre o con el padre, ni tampoco con la panda de amigos o con el entorno laboral, y también dice cosas diferentes en cada cultura. El sentimiento de culpa nos hace de indicador de si estamos siguiendo las normas. Así, no es lo mismo hablar fuertemente en un bar con los amigos que en medio de una conferencia.

Con el tiempo asumimos lo bueno y lo malo como ideas propias y naturales. Cuando discrepamos de las exigencias de nuestro grupo entramos en un profundo conflicto. El proceso de madurar significa que a veces vamos a tomar decisiones que pueden hacernos sentir “culpa” y que es necesario sostener para poder avanzar. No afrontar el miedo asociado a petenecer o no puede llevarnos a silenciar “llamados” internos con tal de no poner la pertenencia en riesgo. Al menos, así lo vivimos en este nivel.
La mayoría preferimos recibir un “castigo” por habernos alejado antes que nos “excluyan“.
La conciencia personal también busca el equilibrio en el dar y recibir, me empuja a devolver algo a cambio de lo que recibo; y por último, también me lleva a mostrar el comportamiento correcto en el momento y lugar adecuados.
Los límites más estrechos en contra del amor los traza la conciencia personal.

Conciencia colectiva

En la conciencia colectiva me siento arrastrado por una fuerza poderosa que funciona de forma invisible, soy inconsciente de su origen y existe sin que la pueda identificar directamente.
Se rige por tres principios: pertenencia, orden y equilibrio:
  • Pertenencia: Todos los miembros de una familia tienen derecho a formar parte de esa familia, y deben ser incluidos  respetados de la misma forma.
  • Orden: los miembros anteriores tienen prioridad sobre los ulteriores, en orden cronológico según la llegada al sistema.
  • Equilibrio-justicia: si hubo una injusticia cometida por un miembro de una generación anterior, y de la cual no se responsabiliza, tendrá que compensarse con los actos de un miembro ulterior de esa misma familia. Mientras la compensación no se dé, el acto negativo seguirá manifestándose en las generaciones ulteriores hasta que sea atendida, reivindicada y cancelada. Según esta conciencia colectiva, todos somos responsables, consciente o inconscientemente, y “cargamos” con un determinado destino que recibimos junto con la vida, así como pertenecemos a una familia determinada.
Así, la conciencia colectiva desea que todos los miembros del grupo sean tratados por igual, ignora cualquier diferencia y procura el bienestar y la supervivencia del sistema en su conjunto; a diferencia de la conciencia personal que induce a pensar que unos individuos tienen más derecho a la pertenencia que otros en función de su comportamiento. Finalmente, la conciencia colectiva es mucho más poderosa que la conciencia individual.
En Constelaciones tenemos que dejar atrás los límites entre lo bueno y lo malo. Ni nosotros ni el cliente podemos excluir a alguien de la familia. Y  respetamos el orden que fue.
En los movimientos del Espíritu por los que somos tomados en las Constelaciones todo pasado es correcto tal como fue. Si todo tiene derecho a estar presente ahí, tal como fue y como es, lo vivenciamos como plenitud.
Lecturas asociadas: “Las raíces del amor” S. Liebermeister – “El amor del Espíritu”, Bert Hellinger